
Mi vida no hay derecho a salir con miedo a la calle
No hay derecho a ser juzgado cada dos días
No hay derecho a sentirse apuntado con un revolver
A notar en la carne el tacto frío de tu dedo acusador
No hay derecho a sentirse solo en mitad de una fiesta
Ni a verte llorar sin poder secar tus lágrimas
Que te escupan el asado
Una y otra vez, cada dos días
Media un día de descanso entre ellos
Pero no hay derecho mi vida
A que nos pongamos nota,
A ser expuesto todos los días delante del incómodo espejo
Que a veces deforma
A examinar quién fuimos
Y nunca sonreir ante quien podemos llegar a ser
La experiencia es una peste y un don que como un látigo azota
Bendita felicidad la del ignorante que no conoce,
Bendita tu sonrisa, aún mojada, cuando todo pasa.